Hey¡! os dejo el Capítulo 8 - Ella y yo, cómo un equipo. Que os guste mucho¡!
Duermo, pero con tales pesadillas, que me orino en la cama, pero estoy sumido en ellas de una forma, que no me doy cuenta, ni siquiera me despierto. Mis pesadillas abarcan todo tipo de horrores, mi madre muriendo una y otra vez de distintas maneras. Mi padre está encerrado, en una jaula y todo tipo de animales como tigres, pumas, leones, lo acechan desde afuera intentando cazarlo, como si fuera un animal.
A
todo esto, a Annie, es llevada a rastras, con una soga atada a su
cuello, yo corro tras ella, pero por más que corro, más se aleja y ella
llora desconsoladamente. En la lejanía, se escucha retumbante las risa
de el presidente Snow. Paso así lo que me parecen días. Mientras duermo
noto dolores punzantes en las muñecas, que no entiendo hasta que Annie
me despierta zarandeandome.
Es
extraño, me cuesta abrir los ojos y cuando lo hago, gruesas gotas de
agua o algo parecido me caen desde la frente. Lo primero que hago es
quitarme, las gotas de los ojos y cuando por fin lo hago, lo primero que
veo es el rostro de Annie con círculos azules debajo de sus preciosos
ojos. Me mira atemorizada, creo que lleva intentando despertarme un
rato, pero no ha podido hasta ahora.
-¿Finnick?
¿Estás bien? - Me pasa los dedos por el pelo, pero estoy sudando tanto
que es desagradable - creo que sería mejor que te ducharas, Finnick.
-¿Annie?¿Que
ha pasado?¿Y porqué sudo tanto? - Me cuesta enlazar palabras, parezco
un estúpido, pero gracias a que Annie es muy buena persona, contesta a
lo que pregunto.
Me
ayuda a levantarme y me quedo apoyado con los codos en las rodillas -
Finnick, has estado gritando los nombres de tus padres y el mío. Tanto
que se escuchaba desde afuera de casa. Me costó muchísimo despertarte.
Tus brazos se golpeaban contra todo lo que tenías a tu alrededor - me
explica Annie muy cansada - Venga te ayudo - y me sostiene por debajo de
la axila. Vamos hasta el cuarto de baño y me deja solo para que me
duche.
Me
ducho tranquilo a medias, porque los gritos resuenan en mi cabeza y
tengo que sostenerme con las cortinas de la ducha para no caerme. Al fin
cuando termino, salgo con una toalla en la cintura y llego a mi cuarto,
para cambiarme. Termino justamente al ponerme el botón de mis vaqueros
estropeados, cuando entra Annie.
Me
quedo pasmado, a estado a punto de verme desnudo y esto hace que me
sonroje muchísimo. Annie se ha quedado en la puerta, esperando a que yo
diga algo, así que me acerco a mi cama y empiezo a quitar las sábanas.
Mi pelo sigue mojado y moja la sábana, cuando la quito. Annie me mira
extrañada pero, algo me dice que debería ignorarla, porque lo que quiere
saber está más allá de lo que puede imaginar.
Cuando
he terminado, salgo y me voy hasta la cocina, donde tenemos la
lavadora. Me quedo de pie delante de ella, recordando. Mi madre siempre
me decía que que aquello era un lujo, que no todos los distritos tenían.
Así que lo menos era saber cómo utilizarla. Se acerca Annie y me suelta
- Jo Finnick, lo mayorcito que eres y todavía no sabes utilizarla - se
ríe y me da algunos pasos básicos como que lo primero que tengo que
hacer es meterla en la lavadora.
Yo
me río, sarcástico y pienso que me a dejado como un tonto. Meto las
cosas en la lavadora y recuerdo que mi madre, le echaba algo que era
como polvos o algo así. Le hecho los polvos dentro y le pongo un ciclo
de lavado cualquiera. Me trae bastante sin cuidado cómo quede. Me quedo
de espaldas a la lavadora, de cara a Annie.
Ella
me da una taza, con té frío de esos que sólo echas agua y añades la
bolsita de té. Es muy fuerte, pero me calma mucho. Me siento en la mesa
comedor, los codos en la mesa y con la mirada perdida. Annie se sirve
una taza y se sienta frente a mí. Me da un bajón y tengo ganas de
llorar, pero hago un esfuerzo y me aguanto, ella me mira furtivamente y
casi sin pensarlo le cuento algunas de las cosas que pasaban en mi
pesadilla.
Está
muy asustada y se hace la fuerte. Creo que piensa que así me ayuda,
pero termina dándome pena. Le ayudo y ella me ayuda. Somos cómo un
equipo, nuestra ayuda mutua nos permite saber más cosas del otro, cómo
que no le gusta nada de la guerra, la violencia y las armas. O que tiene
terror a que cuando tenga los 12 años pueda salir elegida en los juegos
del hambre.
La
comprendo totalmente, a mí me pasa lo mismo, pero me preocupa más el
presente. Se nos hace de día y para mi gusto me hubiera gustado que
tardara más, la compañía de Annie es tan agradable, que se me hace a
poco, el tiempo que hemos estado hablando y eso que ha sido desde las 4
de la madrugada. Ella se despide en la puerta con la mano.
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